Poemas de César Moro

Edited by Verónica Cabanillas Samaniego

Carta de amor

Pienso en las holoturias angustiosas que a menudo nos circundaban al
acercarse el alba
cuando tus pies más cálidos que nidos
llameaban en la noche
con una luz azul y tachonada de lentejuelas

Pienso en tu cuerpo que hacía del lecho el cielo y las supremas montañas
de la única realidad
con sus valles y sus sombras
con la humedad y los mármoles y el agua negra reflejando todas las
estrellas
en cada ojo

¿No era tu sonrisa el bosque retumbante de mi infancia
no eras tú la fuente
la piedra desde hace siglos escogida para recostar mi cabeza?
Pienso tu rostro
brasa inmóvil de donde proceden la vía láctea
y esta inmensa desazón que me torna más loco que una lámpara bellísima
balanceada sobre el mar
Intratable a tu recuerdo la voz humana me es odiosa
siempre el rumor vegetal de tus palabras me aísla en la noche total
donde resplandeces con una negrura más negra que la noche
Toda idea de lo negro es endeble para expresar la vasta ululación de lo
 negro sobre negro esplendiendo ardientemente

Ya nunca olvidaré
Pero quién habla de olvido
en la prisión en que tu ausencia me deja
en la soledad en que este poema me abandona
en el destierro en que me encuentra cada hora

Ya nunca despertaré
Ya no resistiré el asalto de las inmensas olas
que vienen del dichoso paisaje que tú habitas
Demorándome afuera bajo el frío nocturno me paseo
sobre esta encumbrada tabla de donde se cae de golpe

Yerto bajo el espanto de sueños sucesivos y agitado en el viento
de años de ensueño
prevenido de aquello que termina por encontrarse muerto
en el umbral de castillos abandonados
en el lugar y a la hora convenidos pero inhallables
en las llanuras fértiles del paroxismo
y del único objetivo
este nombre antes adorado
en el cual pongo toda mi destreza en deletrear
siguiendo sus transformaciones alucinatorias
Así una espada atraviesa de parte a parte una bestia
o bien una ensangrentada paloma cae a mis pies
convertidos en roca de coral sustento de despojos
de aves carnívoras

Un grito repetido en cada teatro vacío a la hora del inefable espectáculo
Un hilo de agua que danza ante el telón de terciopelo rojo
en las llamas de las candilejas
Desaparecidos los bancos de la platea
acumulo tesoros de madera muerta y de vivas hojas de plata
corrosiva
No se contenta ya con aplaudir se aúlla mil familias momificadas
tornan innoble el paso de una ardilla

Decoración amada donde veía equilibrarse una fina lluvia
encaminándose veloz hasta el armiño
de una pelliza abandonada en el calor de un fuego de alba
que intentaba dirigir sus quejas al rey
así abro por completo la ventana sobre las nubes vacías
reclamando a las tinieblas inundar mi rostro
borrar la tinta indeleble
el horror del ensueño
a través de los patios abandonados a las pálidas vegetaciones maniáticas

En vano exijo la sed al fuego
en vano hiero las murallas
a lo lejos caen los telones precarios del olvido
agostados
ante el paisaje retorcido en la tempestad


De “Lettre d’amour     Mexico, diciembre de 1942

Versión de Emilio Westphalen


A vista perdida

No renunciaré jamás al lujo insolente al desenfreno suntuoso de pelos
como fasces finísimas colgadas de cuerdas y de sables

Los paisajes de la saliva inmensos y con pequeños cañones de
plumas-fuentes

El tornasol violento de la saliva

La palabra designando el objeto propuesto por su contrario

El árbol como una lamparilla mínima

La pérdida de las facultades y la adquisición de la demencia

El lenguaje afásico y sus perspectivas embriagadoras

La logoclonia el tic la rabia el bostezo interminable

La estereotipia el pensamiento prolijo

El estupor

El estupor de cuentas de cristal

El estupor de vaho de cristal de ramas de coral de bronquios y de
plumas

El estupor submarino y terso resbalando perlas de fuego impermeable
a la risa como un plumaje de ánade delante de los ojos

El estupor inclinado a la izquierda flameante a la derecha de columnas
de trapo y de humo en el centro detrás de una escalera
vertical sobre un columpio

Bocas de dientes de azúcar y lenguas de petróleo renacientes y
moribundas descuelgan coronas sobre senos opulentos bañados
de miel y de racimos ácidos y variables de saliva

El estupor robo -de estrellas gallinas limpias labradas en roca y tierna
tierra firme mide la tierra del largo de los ojos

El estupor joven paria de altura afortunada

El estupor mujeres dormidas sobre colchones de cáscaras de fruta
coronadas de cadenas finas desnudas

El estupor los trenes de la víspera recogiendo los ojos dispersos en
las praderas cuando el tren vuela y el silencio no puede seguir
al tren que tiembla

El estupor como ganzúa derribando puertas mentales desvencijando
la mirada de agua y la mirada que se pierde en lo umbrío de la
madera seca Tritones velludos resguardan una camisa de mujer
que duerme desnuda en el bosque y transita la pradera limitada
por procesos mentales no bien definidos sobrellevando
interrogatorios y respuestas de las piedras desatadas y feroces
teniendo en cuenta el último caballo muerto al nacer el alba de

las ropas íntimas de mi abuela y gruñir mi abuelo de cara a la
pared

El estupor las sillas vuelan al encuentro de un tonel vacío cubierto
de yedra pobre vecina del altillo volador pidiendo el encaje y
 el desagüe para los lirios de manteleta primaria mientras una
mujer violenta se remanga las faldas y enseña la imagen de la
Virgen acompañada de cerdos coronados con triple corona y
moños bicolores.

La medianoche se afeita el hombro izquierdo sobre el hombro derecho
crece el pasto pestilente y rico en aglomeraciones de minúsculos
carneros vaticinadores y de vitaminas pintadas de árboles de
fresca sombrilla con caireles y rulos

Los miosotis y otros pesados geranios escupen su miseria

El grandioso crepúsculo boreal del pensamiento esquizofrénico

La sublime interpretación delirante de la realidad

No renunciaré jamás al lujo primordial de tus caídas vertiginosas
oh locura de diamante!

De “La tortuga ecuestre” 1936-1939


Carta a Antonio

Te quiero con tu gran crueldad, porque apareces en medio
de mi sueño y me levantas y como un dios, como un autentico dios,
como el único y verdadero, con la injusticia de los dioses, todo negro dios nocturno, todo de obsidiana
con tu cabeza de diamante, como un potro salvaje, con tus manos salvajes y tus pies de oro que sostienen tu cuerpo negro,
me arrastras y me arrojas al mar de las torturas y de las suposiciones.
Nada existe fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tu eres
el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo,
hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres hasta mi muerte.
Inútilmente me debato, inútilmente pregunto. Los dioses son mudos;
como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas, a la sed
quemante de mi vida.
¿Para qué resistir a tu poder? Para qué luchar con tu fuerza de
rayo, contra tus brazos de torrente; si así ha de ser, si eres el punto,
el polo que imanta mi vida.
Tu historia es la historia del hombre. El gran drama en que mi existencia es el zarzal ardiendo, el objeto
de tu venganza cósmica, de tu rencor de acero.
Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres:
hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella,
gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire;
cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus pies y cerca de
tu manos. Guárdame junto a ti.
Seré tu sombra y el agua de tu sed, con ojos; en tu sueño seré aquel
punto luminoso que se agranda y lo convierte todo en lumbre; en tu
lecho al dormir oirás como un murmullo y un calor a tus pies se anudará
e irá subiendo y lentamente se apoderará de tus miembros y un gran descanso tomará tu cuerpo y al extender tu mano
sentirás un cuerpo extraño, helado: seré yo. Me llevas en tu sangre y en tu aliento, nada podrá borrarme.
Es inútil tu fuerza para ahuyentarme, tu rabia es menos fuerte
que mi amor; ya tú y yo unidos para siempre, a pesar tuyo, vamos juntos.
En el placer que tomas lejos de mi hay un sollozo y tu nombre.
Frente a tus ojos el fuego inextinguible.



18 de junio de 1939

Seudónimo de Alfredo Quíspez Asín, poeta y pintor peruano nacido en Lima en 1903.
En 1925 viajó a París donde se adhirió al movimiento de André Breton, participando activamente en  la publicación
Surréalisme au Service de la Révolution
. Su actitud vanguardista, tanto en el arte como en la literatura, lo convirtió
en uno de los voceros más relevantes del surrealismo hispanoamericano. Regresó a Lima  en 1933 y cuatro años
más tarde se radicó en México donde vivió la etapa más productiva de su carrera. Con Emilio A. Westphalen editó la
revista literaria El uso de la palabra.
En 1944, se apartó públicamente del surrealismo ortodoxo y volvió a Lima en 1948, haciendo amistad con el francés
André Coyné, quien se convirtió en su albacea, publicando sus obras después de la muerte del poeta ocurrida en 1956.
Entre sus libros se destacan «Le château de grisou» 1943, «Lettre d’amour» 1944, «Trafalgar Square» 1954,
«Amour á mort» 1957, «La tortuga ecuestre»  y «Los anteojos de azufre» en 1958.     ©

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